Esta presentación es la boca de entrada a una caverna de letras. Hay pliegues y recovecos, aunque menos de los que Deleuze le atribuyó a Leibniz. Un epígrafe conduce a la caverna de Platón, otro al Quijote y, ya dentro de la fábula cervantina, al dilema de si existe o no Dulcinea. Se vislumbran retazos de la Ciudad de Dios, del Averno y del mejor de los mundos posibles. Se afirma que somos conscientes de un porcentaje mínimo de lo que sucede dentro y fuera de nuestra caverna corporal. Se visitan ciertas tecnocavernas contemporáneas, como Internet o una posible realidad virtual pentasensorial. Se concluye que e ...